miércoles, 2 de octubre de 2013

M. Gutiérrez Peláez. "Confusión de las lenguas. Un retorno a Sandor Ferenczi" (Eudem, 2012)


El movimiento de retorno a la letra y a la clínica de Freud esgrimido por el psicoanalista francés Jacques Lacan, como modo de cernir el filo cortante de la verdad del descubrimiento freudiano, indica una orientación decidida en la que la verdad no retrocede frente al saber. 

Cuando encontramos una propuesta impregnada de este deseo de cotejar fuentes, hacerlas hablar, exprimirles lo no dicho en el decir, valorar las consecuencias del discurso, su injerencia en lo real de una práctica, vemos una decisión conforme a revelar una verdad olvidada, renegada o reprimida; a revitalizar la letra fundamento del pensamiento y de la práctica del psicoanálisis, sin ceder en la delimitación de las desviaciones a que ha dado lugar el movimiento acomodaticio que sirve a las marcas imperantes de la época en su nivel más sintomático. 

Miguel Gutiérrez nos muestra en su libro que esa decisión de acercarse al texto fundamental del psicoanalista Sandor Ferenczi con el aire renovado de hacer comparecer la hora de la verdad de un texto y una práctica, hace coincidir este deseo con la voluntad manifiesta de Lacan vuelta método: No se trata de un retorno ingenuo o vacío, se retorna con un arsenal teórico concebido como propio del debate del avance de las ideas, con elementos clínicos y políticos definidos en el marco de un saber siempre incompleto y con la ética del deseo como causa. Allí el intercambioes posible, cuando la enunciación de los agentes es esclarecida. Esto constituye en sí mismo una bofetada contra los intentos estériles de la apertura de nuevos campos interdisciplinarios con la vana convicción de que se trata de armar sentidos cerrados, de componer los pedazos de un nuevo corpus epistémico sin el corazón que entraña la verdad de una posición discursiva. 

Tenemos entonces en las manos un trabajo de elaboración rigurosa que intenta, a partir de la enseñanza de Jacques Lacan, indagar por ciertas anticipaciones encontradas en las ideas de S. Ferenczi, relativas al deseo mismo que habita al psicoanalista como también a la aplicación de este saber conquistado a través de la experiencia del inconsciente.

 Lacan no pocas veces aludió a Ferenczi en sus Escritos o en sus seminarios. El tono de sus alusiones cambiaba según el desarrollo al que estuviese consagrado o al problema crucial que el psicoanálisis le planteaba. Sin embargo podemos decir que el énfasis que en Lacan resulta más comprometido se refiere al sentimiento patente de Ferenczi de estar concernido por la causa psicoanalítica. Es decir, una preocupación manifiesta sobre la persona misma del psicoanalista; sobre el lugar de quien dirige una cura y los principios que deben animar una tal formación. Lacan en su Escrito “Variantes de la cura tipo”, recuerda que Ferenczi hizo del análisis personal del analista la segunda regla fundamental del psicoanálisis, la primera, según el decir de Freud, la asociación libre. Así, se puede entender que tomó la idea del psicoanálisis en “intensión” como una de sus más grandes banderas sin saberlo o tal vez sin proponérselo. Porque la supervivencia del psicoanálisis depende de los psicoanalistas y la formación de ellos transmite entonces el modo en que se concibe una cura, sus alcances, sus reales posibilidades. 

Por otra parte, en Lacan no encontramos la idea de una confusión de lenguas que en sus términos brinde la ilusión de un llamado a una claridad inequívoca, encontramos sí la elaboración alrededor de la afección de un malentendido fundamental en la condición estructural del ser hablante. Miguel Gutiérrez propone un acercamiento de estas ideas y esto exige pensar de una manera aguda y también audaz el planteamiento de este autor. La deriva del lenguaje sometida a una remisión incesante entre elementos significantes, aleja toda posibilidad de relación unívoca con el Otro, consigo mismo. División traumática del sujeto que conlleva la marca de su causa. Es este sometimiento de estructura del parletre lo que incide en concebir en que la única lengua privada, íntima, es lo que realmente aleja del Otro, y sólo hay un único habitante en ese universo: el sujeto. Esta concentración de goce singular es a lo que Lacan llamó “lalengua” y allí, la confusión no es para el Otro sino para el propio sujeto en el ámbito de su intimidad, de su división fundamental. Querer saber de esto es lo que está en las manos de un sujeto que se hace cargo de su destino de vida.

Hay una imposibilidad de ser Uno en la relación con otro, y la falta introduce la compensación del deseo, ni más ni menos. Por eso todas las teorías sobre el trauma que intentan cualificarlo o cuantificarlo, es lo mismo, dejan de lado que solo es posible entender que lo que un sujeto haga respecto de lo que resulta un acontecimiento traumático, es el modo singular en que se ha situado con relación a un trauma primordial e irremediable. Que se sepa para no caer en la estafa, Lacan dixit, de lo que es imposible de curar. Que el sujeto pueda hacer con eso es un modo de arreglar la forma en que habitará el mundo sin el padecimiento que se desprende del no querer saber. Así que se puede saber y esto parece ser a lo que alude Ferenczi al hablar de un despertar necesario al mundo, tal como nos lo señala Miguel Gutiérrez.
El lector, especialista o no, tiene en este texto la posibilidad de pensar con nuevas referencias, los alcances del descubrimiento freudiano, en el ámbito subjetivo en lo particular o en el ámbito del malestar que comporta la cultura contemporánea en general.

Lizbeth Ahumada Yanet
Correo electrónico: lizbeth.ahumada@gmail.com

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